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EL IMPACTO DE LAS REDES SOCIALES EN LA ALTERACIÓN DE LA REALIDAD DE LOS INDIVIDUOS

Resumen— Las neurociencias demostraron que para el cerebro lo que imaginamos es más fuerte que lo que percibe como realidad, y que para explicar el comportamiento de los individuos hay que observar cómo según sus creencias y vivencias van construyendo una realidad interna que se expresa después en la realidad externa dando como resultado su manera de actuar. Actualmente el uso de redes sociales es una de las actividades principales de los individuos, donde manejan simultáneamente una vida real y una vida virtual, la cual es frecuentemente alimentada por elementos que tratan de alcanzar un ideal de forma excesiva alterando así su realidad interna, que al compararla con su vida real inconscientemente generan sensación de vacío, necesidad de aprobación, ansiedad, depresión, dependencia entre otros, impactando su manera de vivir. Palabras clave— dependencia, construcción de la realidad, redes sociales, neurociencias.


Antecedentes: orígenes de la dependencia a las redes sociales


Las redes sociales como tal tuvieron sus inicios en 1993 con el uso del mIRC (Internet Relay Chat de Microsoft), que funcionaba como una sala virtual de chat que daba pie a la comunicación e interacción de individuos sin necesidad de estar de manera presencial. Desde entonces, las personas que tenían acceso a internet descubrían un mundo nuevo que les permitía conocer gente de cualquier parte del mundo, intercambiar ideas, imágenes, canciones, etc. con cualquier persona desconocida e incluso debatir acerca de temáticas de interés general, dando como resultado que existieran las primeras comunidades online. Dichos avances tecnológicos han tenido grandes beneficios sociales, pero al mismo tiempo han dado pie a que las nuevas generaciones crezcan de manera (tele)comunicativa y conectados a la red, postergando el aprendizaje de otras competencias sociales muy importantes en su desarrollo, favoreciendo así la disolución de vínculos claros y límites saludables entre su vida presencial y su vida virtual (Tully, 2007).

Hay tres momentos importantes que han marcado la pauta del comportamiento social con respecto a la era digital:

- A principios de los 90’s, cuando las personas tenían que salir de casa para rentar una computadora con internet (pagando por hora de uso) para curiosear y experimentar lo que era conectarse a un mundo nuevo, digital, que iba desde el correo electrónico hasta las salas virtuales de chat. Esto obligaba a las personas a regresar a casa a cierta hora y desconectarse de lo virtual en su totalidad, fomentando que aún existiera la convivencia en modo real dentro de los miembros de cada familia. Incluso en el área laboral, las personas dejaban en la oficina el trabajo porque no tenían en casa los medios para continuar lo que había quedado pendiente, por lo que había la necesidad de parar y volverlo a retomar el día siguiente.

- Una década después ya era diferente, pues los costos de ambos servicios eran más asequibles, lo que hacía posible que las familias contaran por lo menos con una computadora de escritorio con conexión a internet. Esto generó que la experiencia virtual fuera más constante: que los miembros de la familia pasaran más horas conectados a sus intereses virtuales (lúdicos), que se pudiera llevar el trabajo a casa, incluso que fuera común dejar la computadora en modo de hibernación cuando no se estaba utilizando, para no perder la conexión a internet y seguir recibiendo correos y mensajes durante la ausencia física, entre otros. Aquí la convivencia entre los miembros de la familia tuvo cambios, ya que era más común que los jóvenes permanecieran en la computadora jugando o chateando, o que los padres se mantuvieran ocupados trabajando. Se alimentaba la curiosidad y la expectativa, aunque aún había límites en el uso de dichos recursos: al ser una computadora por familia, había que tomar turnos u horarios para que cada quien pudiera usarla, lo que nuevamente obligaba una desconexión.


- Para el año 2005, las computadoras ya eran portátiles (laptops), el internet ya era inalámbrico, y cada miembro de la familia era común que contara con su propio dispositivo, el cual podían llevar de un lado a otro para tener una conexión más permanente. Aparecen los smartphones (2007 el primer iPhone), las primeras tablets (2010 el primer iPad). La conectividad ya es permanente en los diversos dispositivos y se encuentran sincronizados y conectados entre sí. La convivencia familiar se ve drásticamente afectada. Ya es común estar conectado al mismo tiempo que se está comiendo, platicando, en la cama antes de dormir, o justo al despertar. El trabajo está ligado totalmente a la vida personal, y la presencia de las variables trabajo, socialización, entretenimiento y aprendizaje conviven simultáneamente en la mente y en los dispositivos de cada individuo. Los límites están claramente desgastados entre una actividad y otra.

Es así como las interacciones que antes necesariamente se daban de forma presencial, ahora se combinan entre el plano real y el plano virtual, haciéndolo de forma cada vez más frecuente, repetitiva, e inclusive compulsiva, donde la motivación principal giraba en torno a nuevas sensaciones de curiosidad por la innovación y la tecnología, transformándose después en rutina y cotidianidad, terminando en una necesidad de aceptación y satisfacción social, generando una conducta adictiva.

En sus estudios sobre la adicción a las redes sociales, Echeburúa y Corral (2010) dicen que “cualquier inclinación desmedida hacia alguna actividad puede desembocar en una adicción, exista o no una sustancia química de por medio. [...] De hecho, existen hábitos de conducta aparentemente inofensivos que, en determinadas circunstancias, pueden convertirse en adictivos e interferir gravemente en la vida cotidiana de las personas afectadas, a nivel familiar, escolar, social o de salud”.

En el año 2006, con sólo 2000 miembros activos, fue abierta al público la red social más reconocida y utilizada hasta hoy: Facebook. El mundo de las relaciones sociales dio un giro revolucionario cambiando los paradigmas y las pautas de comportamiento convencionales que veníamos experimentando en las décadas anteriores (Zywica & Danowski, 2008). En 2017, tan sólo 11 años después ya hay más de 2 mil millones de personas inscritas y activas en Facebook diariamente.

Haciendo un comparativo con el pasado, hace 3 millones y medio de años, los homínidos ya contaban con una inteligencia social: vivían en grupos sociales y tenían interacciones con roles definidos que servían de organización a la manada. Desde entonces, fueron evolucionando para poder sobrevivir, las cuales les daban la pauta para definir nuevas herramientas, habilidades y estrategias de supervivencia que, millones de años después, les valieron para dar pie a crear el lenguaje. (Sheldrake, et al., 2005).

Tuvieron que pasar millones de años (literal) para poder evolucionar, aprender a relacionarnos, a convivir, a crear herramientas y formas más prácticas de vivir, ahora en un brinco de unos muy pocos años (en una reducción exponencial) tenemos la habilidad de romper todos aquellos paradigmas y evolucionar tecnológicamente de un año al otro, reduciendo a su mínima expresión las dificultades de cómo interactuar en sociedad, lo cual está influyendo notoriamente sobre los comportamientos y conductas sociales que caracterizan las redes de interacción entre individuos de una comunidad actual.


La construcción de la realidad

Los estudios actuales en física cuántica y neurociencias han mostrado un gran interés en encontrar los procesos escondidos detrás de lo que conocemos como realidad. Dispenza (2007:4) dice que “nuestros pensamientos y experiencias continuamente remodelan y reorganizan las células cerebrales. Desde el punto de vista neurológico, somos transformados de manera permanente por los interminables estímulos del mundo”, mientras que Teresa Robles explica que:

Damos significado a los estímulos por nuestras experiencias previas y lo reforzamos con base en coincidencias que se repiten." Es el caso de las supersticiones: si derramamos sal, tendremos mala suerte, pero si echamos un poco de sal sobre nuestro hombro, ésta queda conjurada. Como después de haber realizado esta acción protectora nada malo nos ocurre, nos convencemos de que eso fue gracias a la sal que tiramos por encima del hombro. Así vamos construyendo la realidad. No podemos conocerla tal cual es. La realidad no es sino una construcción personal y social, en cuanto que es compartida, aparentemente, porque nunca sabremos si el blanco que yo veo es el mismo blanco que tú ves (Robles, 2007:48).


Al interactuar con la realidad que no conocemos, construimos una realidad interna que es la que nos determina, es decir, determina las siguientes percepciones del mundo que nos rodea, el cómo sentimos y en gran parte cómo actuamos. Se construye a partir de la posición que ocupamos respecto a los demás. Nuestra realidad interna nos lleva a actuar de determinada manera y al hacerlo influimos sobre la realidad exterior, especialmente sobre los otros con quienes nos relacionamos (Robles, 2007). En este orden de ideas, si la realidad se construye según la imagen de realidad interna después expresada en la externa, también es posible pensar en viceversa, que la realidad externa repetida de manera constante altera y modifica la imagen de realidad interna de las personas, dando como resultado una nueva expresión de realidad. Y así, que la realidad interna de cada individuo influye sobre la realidad externa de los otros con quienes nos relacionamos, ya sea en un plano real o en un plano virtual.

Nuestro pensamiento produce reacciones en el cerebro, liberando químicos que se transmiten en el cuerpo, donde actúan como los mensajeros del pensamiento. Estos permiten que el cuerpo se sienta exactamente del modo en que estamos pensando. Así, cada pensamiento produce un químico correspondiente a un sentimiento o sensación en nuestro cuerpo (Dispenza, 2007). Al ser una sensación agradable, inconscientemente buscamos repetirla tantas veces sea posible ya que el inconsciente se guía por el principio del placer, y la forma de comunicación más eficiente con el inconsciente es a través de imaginar, sentir y recordar. El hemisferio derecho del cerebro es el que está mayoritariamente conectado a nuestro mundo interior, mientras que el izquierdo está más conectado con el mundo exterior.

El hipocampo es la parte del cerebro que registra primero un recuerdo de lo que experimentamos como nuevo y sorprendente. Sin embargo, es sólo un lugar de parada temporal para el registro de un nuevo aprendizaje o comportamiento. Más tarde, durante el sueño, la ensoñación y el descanso, cuando la mente consciente no está ocupada en enfrentarse con las realidades externas, el hipocampo y el córtex (principalmente) se acoplan en un diálogo para actualizar, repetir y consolidar la nueva experiencia vital en un modo adaptativo, construyendo así la realidad interna (Rossi & Rossi, 2008).

Sheldrake (2011) por su parte explica que además de nuestra consciencia inmediata, existe un segundo sistema psíquico de naturaleza colectiva, universal e impersonal. Propone su teoría de los campos morfogenéticos, que explica que son los que organizan las moléculas, los cristales, las células y en realidad, todos los sistemas biológicos. Mientras los campos morfogenéticos influyen en la forma, los campos conductuales influyen en la conducta y los grupos sociales, y los campos sociales organizan los grupos sociales, como las parvadas o cardúmenes. Todos estos son campos mórficos, que poseen una memoria interna establecida por resonancia mórfica. Durante los primeros estadios de la historia de un determinado comportamiento, el campo morfogenético se halla muy mal definido y depende mucho de las variaciones individuales. En la medida en que pasa el tiempo, la influencia acumulada por los innumerables sistemas y comportamientos anteriores consolida la estabilidad del campo.

La realidad se construye individualmente, según la imagen interior que cada persona vive según su sistema de creencias, experiencias y razonamientos, pero que al expresarla en el exterior mediante acciones, comportamientos e interacciones van entretejiendo la completitud de la realidad como la conocemos, alimentando y definiendo en cada momento y con cada acción al campo morfogenético, que determinará entonces las bases de comportamiento y evolución de los sistemas presentes y futuros a través de patrones que influyen automáticamente en la interpretación que haga nuestro cerebro de forma individual y también de todos los miembros de la misma especie.


La alteración de la realidad a través de las redes sociales


Una necesidad humana muy básica es la necesidad a pertenecer y ha sido constante desde el hombre primitivo hasta nuestros días, transmitida a través de los campos morfogenéticos. No es racional ni voluntaria, pero es una constante que existe en las personas de todas las culturas. Cuando sentimos que pertenecemos, nos sentimos conectados, reconocidos y seguros. No importan mucho las circunstancias, el lugar físico, las distancias ni las culturas, confiamos en aquellos con quienes compartimos esos valores y creencias (Sinek, 2009). Sentimos que nos miran, que dejamos de ser invisibles, y esa es la información que entra al córtex como estímulo inicial, pasando al hipocampo para reforzarse cada vez que volvemos a sentir la conexión con los demás, ya sea de manera real o virtual, es la misma sensación, porque a pesar de ser virtual, lo que fortalece el vínculo es lo que la imaginación produce como realidad interna (me quieren, pertenezco, les importo, soy su amigo(a), soy popular, les gusto y me dan likes), segregando hormonas y sustancias bioquímicas placenteras que fomentan la repetición constante de la misma actividad, ocasionando el deseo a re-experimentar inconscientemente el placer que dan dichas sustancias.

Los sistemas de recompensa son centros en el sistema nervioso central que obedecen a estímulos específicos y naturales. Regulados por neurotransmisores, permiten que el individuo desarrolle conductas aprendidas que responden a hechos placenteros o de desagrado (SS, s/f). Cada vez que se alcanza un logro, el sistema de recompensas se encarga de liberar dopamina, que es como un chispazo de placer experimentado de manera natural ante ciertos estímulos y situaciones. Los estímulos producen recompensas que se van reforzando a través de conductas aprendidas de manera natural. Si la actividad es placentera, los sistemas de recompensa la agregarán a los mecanismos conductuales. Por otro lado, los efectos obtenidos por el uso de una droga, por ejemplo, pueden estimular intensamente estos centros de placer y desarrollar una dependencia. Con el paso del tiempo y el uso continuo se produce la habituación y la dependencia física del individuo. Así mismo, los efectos son obtenidos, aunque no haya uso de ninguna sustancia, sino de ciertas conductas, por ejemplo, cuando un individuo juega apuestas (se hace adicto a la expectativa y esperanza de ganar), o en este caso, cada vez que experimenta logros sociales a través de sus redes sociales y su vida virtual. Es ahí donde inicia la conducta adictiva o dependencia hacia el contacto social de manera virtual.

A diferencia de la dopamina (que es instantánea y que sólo dura un momento en el cuerpo), la oxitocina es otro químico que corresponde a acciones de tipo social, y que además está presente en cualquier relación de seguridad, de confianza, de amistad, de apoyo, donde uno de los sentidos que más fortalecen la propagación de dicha sustancia es el olfato y el tacto. Este químico tarda más tiempo en liberarse y afianzarse como construcción sináptica conductual, pero deja resultados más duraderos en cuanto a placer y sensación de confianza en el cuerpo logrando que se den los vínculos reales entre individuos. Es por esto que se dice que la oxitocina y la serotonina son los químicos sociales del cerebro, porque tienen que ver con el sentido de pertenencia y socialización de los grupos en interacción.

Haciendo un comparativo, según vamos viviendo en el plano real vamos desarrollando habilidades y recursos internos para enfrentarnos a las situaciones que la vida nos trae, lo cual conlleva un tiempo, un ritmo, consecuencias e impactos emocionales de diversos tipos por cada experiencia vivida. Pero las cosas parecen complicarse cuando estamos inmersos en dos planos simultáneos (real y virtual), en dos realidades internas y dos realidades externas que se construyen en paralelo pero con características diferentes: la vida virtual es atractiva porque se caracteriza por la respuesta rápida, las recompensas inmediatas, la interactividad múltiple y las diversas ventanas con diferentes actividades en modo simultáneo; la vida real por su parte, donde tal vez la interacción es sólo con unas cuantas personas que quizás no son tan inclusivas, efusivas, expresivas, o que tal vez resultan hasta nulas en la vida del individuo, aunado a que son más lentas y conllevan a más esfuerzo.


En algunos comparativos de diversos estudios que se han hecho sobre este fenómeno, se ha encontrado que la popularidad virtual está afectando las interacciones y convivencia de los individuos en las nuevas generaciones (Zywica et al., 2008). Para algunas personas, si comparamos la vida virtual con la vida real, parecería que la real siempre saldría perdiendo, porque la vida virtual representa el ideal, lo que deseamos, lo que nos gustaría que pasara o que pensaran los demás de mí, lo que quisiera yo representar, o la parte de mí que es la que quiero mostrar a los demás. Es la máxima expresión del sentimiento a pertenecer, a ser visto, a ser escuchado y tomado en cuenta.

Dunbar (2007) en sus estudios acerca de la evolución de la conducta humana, señala una relación entre el tamaño del neocórtex de un ser humano y el número de individuos con los cuales puede interactuar en dicha especie, ya que existe una correlación entre el volumen del neocórtex y la dimensión del grupo social donde se da la interacción, privilegiando la necesidad de contar con un cerebro más grande cuanto más compleja es la vida social de cada especie. Establece un comparativo de cómo los chimpancés viven en comunidades que cuentan con 55 individuos aproximadamente, y que sus modos de socializar y de comunicarse parecen estar relacionados con el “acicalamiento”. Cuanto más grande es el grupo de simios, más tiempo pasan acicalándose (aproximadamente un 20% de su tiempo en esta tarea). En el caso de los humanos, el cerebro pesa alrededor de 1,200 gr. frente a los 400 gr. del cerebro de un chimpancé. Para el caso de los humanos, Dunbar estableció una cifra de 150 personas aproximadamente como la cantidad de personas con las cuales alguien puede interactuar personalmente de modo significativo, más allá de las relaciones esporádicas o casuales, y en consecuencia el tiempo brindado a dicha interacción es directamente proporcional al tamaño del grupo social en un plano real. Si planteamos la misma correlación en el plano virtual, es notorio como estos números son superados ampliamente en el uso de redes sociales, donde hay personas que tienen en Facebook, Twitter, Snapchat, Tumblr o Instagram varios miles de contactos activos con los que se relacionan diariamente, lo que representa un verdadero desafío a la capacidad cognitiva para gestionar estas relaciones, y que por ende se requiere un porcentaje mucho mayor de tiempo aplicado exclusivamente a dicha tarea.

Pero la afición a la interacción virtual no nada más tiene que ver con el tiempo invertido, la cantidad de amigos o con lo propiamente dicho en una comunicación verbal y sintáctica, sino también con todo el lenguaje no verbal que está implicado en dicha interacción. Por ejemplo, lo común hoy en día es tomarse fotos a sí mismo (selfies) para compartir en las redes sociales, además de corregir la iluminación, color o saturación de la foto, debido a que en ocasiones la cámara no está reflejando con exactitud lo que los ojos del individuo ven; pero más allá de eso, el individuo también aplica filtros especiales para alterar la imagen de su persona, quizás mejorando el aspecto de la piel, modificando la figura corporal para adelgazarla o hacerla más llamativa, editando ojeras, color de mejillas, entre otros. Desde el momento en que está editando la foto, ya hay una alteración de su realidad interna, porque le gusta el resultado final que ve en la pantalla, mas no precisamente lo que ve en el espejo, y eso es sólo el inicio de lo que se suscita después.


Los contactos comienzan a dar like a la foto. Ahí más que nunca se echa a andar el sistema de recompensas del cerebro (así gusto, así me miran, así me reconocen, así pertenezco). Pero la persona no sólo sube la foto en ese momento y ahí queda el proceso, sino que se hace un circuito de reforzadores continuos porque diferentes personas en diferentes momentos (horas, días e incluso meses) siguen dando likes y comentando dicha imagen. Conforme la persona va recibiendo notificaciones en su dispositivo se va liberando más y más dopamina sintiendo placer, además autoconvenciéndose de que así luce (reforzando la nueva imagen de realidad interna), expresando en la realidad externa sentimientos de popularidad, autoestima, seguridad y pertenencia. Y esto se repite una y otra vez de manera exponencial por cada foto subida a la red, las cuales llegan a ser varias imágenes por cada día.

Una de las características de una adicción es la pérdida de control. Todas las conductas adictivas están controladas inicialmente por reforzadores positivos (el aspecto placentero de la conducta en sí), pero terminan por ser controladas por reforzadores negativos (el alivio de la tensión emocional, por ejemplo). Es decir, una persona puede conectarse a sus redes sociales, interactuar y compartir sus fotos; pero una persona adicta, por el contrario, lo hace buscando el alivio de un malestar emocional que no es evidente, no está a la vista porque es inconsciente. Por supuesto que las redes sociales facilitan en gran medida nuestras actividades y proyectos cotidianos, su uso es positivo siempre que no se dejen de lado el resto de las actividades propias de una vida normal (estudiar, hacer deporte, ir al cine, salir con los amigos o relacionarse con la familia, platicar, disfrutar el estar en compañía). Otra cosa es cuando aparece el desbalance, porque el abuso de la tecnología provoca invariablemente aislamiento, ansiedad, afecta la autoestima y le hace perder al sujeto su capacidad de control (Echeburúa et al., 2010).

Otro reforzador de la alteración de la realidad es que la propia red social (Facebook en específico) muestra recuerdos de años anteriores compartidos en el muro personal. Al pasar los años las personas ven sus fotografías, con sus respectivos comentarios, y sienten obviamente el placer de recordar aquellos momentos, aunque ya no recuerdan que la imagen tuvo una alteración inicial. Guarda en su memoria un recuerdo distorsionado de la realidad. Si multiplicamos esto por los miles y millones de personas que hacen lo mismo diariamente, podemos notar la clara tendencia actual de distorsionar la realidad hacia una alteración virtual comunitaria, en donde la principal motivación es el ideal, y sobre todo, la facilidad que hay para hacerlo: dejar de mirar lo existente, porque simplemente se puede mirar algo mejor, aunque sólo sea un holograma.

En países como España, Israel y Francia han detectado el impacto de la alteración de la realidad a través de un fenómeno presente en revistas de moda y medios de comunicación masiva, desde antes de la explosión total de la era digital. El Gobierno de Francia por ejemplo en 2015 aprobó una Ley, que entra en rigor en octubre 2017, para evitar exponer a los jóvenes a cuerpos normativos e irreales que los lleva a infravalorar sus propios cuerpos y reducir su autoestima. Todo esto por el abuso en el uso de Photoshop y otros editores de imagen para las fotos publicadas, por lo que la legislación contempla que todas las publicaciones deberán indicar de forma explícita que las fotografías de sus modelos han sido retocadas, pagando una multa si incumplen dicha ley, esto gracias a un largo debate centrado en el impacto social negativo que ha tenido el que las personas estén expuestas a realidades inexistentes con cuerpos perfectos, rostros sin arrugas, cabelleras abundantes, pieles brillantes, etc. Los índices de anorexia y bulimia, la baja autoestima y la desvalorización se volvieron protagonistas entre los problemas actuales de los jóvenes (Boyer, et al., 2009).

La imaginación, la expectativa y la curiosidad generan y refuerzan en automático los estados amplificados de consciencia, que son estados profundos de focalización interna en la vida cotidiana, apareciendo naturalmente en los individuos aproximadamente cada 90 a 120 minutos (Rossi et al., 2008). En dichos estados, las personas están más susceptibles de ser motivadas a tomar aprendizajes del exterior que se interiorizan como material inconsciente generando sinapsis y caminos neuronales favoreciendo la plasticidad cerebral, guiando los pasos de su actuar diario. Mientras dichos aprendizajes estén en un contexto saludable y protegido (como en el contexto de una sesión de psicoterapia) puede tener cambios indiscutiblemente positivos en la vida de las personas; sin embargo, si están en un contexto vulnerable y poco confiable (como la diversa información escrita, gráfica, implícita y subliminal que inunda las redes sociales) entonces hay un alto riesgo de que las personas generen sinapsis que vayan en detrimento de su identidad.


Comentarios Finales


Hay una problemática superior al tema de tener una dependencia al uso de medios de comunicación virtual, y es: tener una dependencia y compulsión a alterar y distorsionar la realidad en la que vivimos. La tendencia de los próximos avances tecnológicos es fomentar la explotación de todo tipo de dispositivos de realidad virtual (como la compañía que recientemente adquirió Facebook: Oculus VR), donde el énfasis se pone en apreciar y admirar lo virtual, pasando por alto y hasta ignorando lo real. El siguiente paso será la inteligencia artificial, para seguir una lista interminable de propuestas tecnológicas futuristas que están a unos cuantos años de replantear la vida en sociedad.

El reto al que como sociedad estamos enfrentándonos en nuestros días es aceptar primeramente la idea de que exista una dependencia a alterar la realidad, recordando que una de las etapas principales que caracterizan dicho fenómeno es: la negación. Citando a Echeburúa y Corral (2010): “La conducta adictiva se mantiene porque el beneficio obtenido es mayor que el coste sufrido. El sujeto sólo va a estar realmente motivado para el tratamiento cuando llegue a percatarse, en primer lugar, de que tiene un problema real; en segundo lugar, de que los inconvenientes de seguir como hasta ahora son mayores que las ventajas de dar un cambio a su vida; y, en tercer lugar, de que por sí solo no puede lograr ese cambio”.

El problema real al que nos estamos enfrentando no está en el presente sino en el futuro cercano, cuando la realidad virtual sea la normalidad y la única forma de poder disfrutar nuestro planeta; cuando la inteligencia artificial sustituya más aún las funciones que ejercemos de manera exclusiva como seres humanos y no tengamos otra opción que jubilarnos de dichas funciones, cuando los algoritmos cibernéticos rijan y controlen (más aún) el devenir de las sociedades.

“Los hechos falsos son muy perjudiciales para el progreso de la ciencia, porque a menudo duran mucho; pero las visiones equivocadas, si están basadas en alguna realidad, hacen poco daño, pues todo el mundo obtiene un saludable placer en probar su falsedad”

–Charles Darwin.


Referencias bibliográficas:


Boyer, V., Ameline, N., & Beaudouin, P. (2009). Proposition de loi relative aux photographies d’images corporelles retouchées [Gubernamental]. Recuperado el 20 de julio de 2017, a partir de http://www.assemblee-nationale.fr/13/propositions/pion1908.asp Dispenza, J. (2007). Desarrolle su cerebro. Buenos Aires: Ed. Kier. Dunbar, R. (2007). La odisea de la humanidad. Una nueva historia de la evolución del hombre. Barcelona: Ed. Crítica. Echeburúa, E., & Corral, P. (2010). Adicción a las nuevas tecnologías y a las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Adicciones, 22(2). Secretaría de Salud. (s/f). II. Los sistemas de recompensa en el cerebro. Recuperado a partir de http://www.salud.gob.mx/unidades/cdi/documentos/adic_cII.pdf Robles, T. (2007). Concierto para cuatro cerebros en psicoterapia. Quince años después. México: Alom Editores. Rossi, E., & Rossi, K. (2008). La nueva neurociencia de la psicoterapia, la hipnosis terapéutica y la rehabilitación: Un diálogo creativo con nuestros genes. Los Osos. Sheldrake, R. (2011). Una nueva ciencia de la vida. La hipótesis de la causación formativa. Barcelona: Kairós. Sheldrake, R., McKenna, T., & Abraham, R. (2005). The Evolutionary Mind. Conversations on science, imagination and spirit. (Kindle Edition). Nueva York: Ed. Monkfish Book Publishing Company. Sinek, S. (2009). Start with why. How great leaders inspire everyone to take action. Nueva York: Ed. Penguin Group. Tully, C. J. (2007). La socialización en el presente digital. Informalización y contextualización. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, Vol. 3(No. 8), 9–22. Zywica, J., & Danowski, J. (2008). The faces of facebookers: investigating social enhancement and social compensation hypotheses; predicting Facebook and Offline popularity from sociability and self-esteem, and mapping the meanings of popularity with semantic networks. Journal of Computer-mediated communication, Vol. 14(1), 1–34.


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